Libro «Con.cierto.azar». Editorial “La metáfora”. Córdoba, Argentina. ISBN-10 987-05-1891-5 / ISBN-13 978-987-05-1891-4 . Coautora. Libro de narraciones y poemas de 16 (dieciséis) escritores cordobeses. Presentada en el Cabildo Histórico de Córdoba. 2006
https://drive.google.com/file/d/1z2UKBdsHM2z-D-EEFEG1uXF6uWDFz5dY/view?usp=drive_link
Libro “Ríos Interiores”. Editorial Dirección General de Publicaciones, Universidad Nacional de Córdoba. Coautora. 1993
https://drive.google.com/file/d/169YfmL-MWE0MdYuK4-5iiVQ6gxh82zBA/view?usp=drive_link
Cuento: ADENTRO (pág.75)
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ADENTRO. (Cuento breve de Silvia Gattino. Intertexto sobra la base de un texto de E. Anderson Imbert: «La lluvia»)
Entre los papeles acumulados en aquel escritorio, hoy abandonado, intuí que se escondía el secreto. Era una acumulación semi-desordenada, es decir, había libros prolijamente apilados, muchos papeles dispersos, en el suelo, restos de papeles abollados… De sólo acercarse unos metros y mirarlo, cualquiera se rendiría a creer que era posible encontrar allí lo que buscaba.
Yo, que desde chica fui obstinada y todo lo quería saber, buscaba allí la explicación de lo que había sucedido con ese hombre, aquel día de lluvia en la casa.
El rincón del escritorio estaba muy humedecido, pero igual se notaba su soledad a raíz de la capa de polvillo que envolvía esos papeles… Soledad irradiada tal vez por el ex-habitante de esa casa, tras los largos viajes que su imaginación y su curiosidad intelectual organizaban por esos libros y papeles… horas profundas y solitarias. Nada, fuera de esas paredes y ese cielo raso, que en su momento, había sido recién pintado de cal, y ni siquiera teníoa el color de una nube.
¡Morir ahogado como un pez en un acuario sin oxígeno, asfixiado entre esas paredes, en un día de lluvia! Increíble, casi ridículo.
Encontré el texto casi extraviado de un manuscrito, apenas me acerqué a la pila izquierda de libros. El texto empezaba más o menos así: «Por la ventana contempló la calle y, a lo lejos, la montaña. La aldea brillaba bajo el sol. En cambio, dentro de la habitación, llovía, llovía».
Esa letra era la suya. Estaba segura a pesar de tantos años…
«Pobre _pensé_ morir ahogado por sus propias fantasías! El poder de la imaginación! Ah!..»
Me acerqué a la ventana. La calle estaba hermosa y albergaba la alegría ruidosa de unos niños con su pelota de fútbol.
Más lejos, la ciudad estaba clarísima, serena, y en el horizonte, el perfil casi pictórico de las montañas me guiñaba un ojo, protector.
Permanecí apoyada en la ventana, serena como el día y contemplantiva, durante minutos, horas, tal vez días, meses… y el sol siempre radiante.
Me distraje con el ruido, chispeante al principio y sonoro a la brevedad, de unas gotas que desde el cielo raso caían precipitadamente arriba del escritorio.
En realidad, me distraje de mi contemplación con la gota que mojó aquel texto manuscrito en un papel.
En segundos, las gotas imitaban el ruido de un chaparrón de verano, y sólo mojaban ese papel; pero la casa empezaba a inundarse.
Tomé mis cosas _que eran pocas_ y sin alarmarme, busqué la puerta. Sabía que era inútil mojarme, y lo intenté, no sin esfuerzo…
Pero ¿para qué?
Decidí no explicármelo.
Afuera, el sol siempre radiante. Todos en movimiento, siempre buscando.
Crucé la calle. Volví mis ojos a la ventana, ahora desde afuera, y allí adentro llovía torrencialmente.
La casa, se estaba inundando…
Sin testigos.
Córdoba, 1993