Publciado en https://drive.google.com/file/d/1z2UKBdsHM2z-D-EEFEG1uXF6uWDFz5dY/view?usp=drive_link
Consumiendo años luz, vigorosa, irrumpe la fortaleza galáctica encima de mi cuerpo, punto nada
perenne de uno en miles de itinerarios…
Dominio de una noche que pareciera ser la vidriera de todas sus lunas y sus estrellas. Allí está
ella, inabordable…
Espera sigilosa el momento de la Ofrenda Final. Mas no es la eternidad el lecho obligado de tal Ofrenda. Ese momento será selecto y anunciado, en cortos ciclos naturales del Universo demarcado por el Sol.
Esperan fantasmales, invisibles y sin luz propia, cual eficientes guardias firmes en la fortaleza de un Imperio hecho de un lado claro y otro oscuro.
Cada noche imperial asoman las briosas huestes guardianas en la fortaleza, un perímetro del Universo que más allá o más acá, nos alberga como súbditos.
Cada día, nos dan vuelta la cara y muestran sin culpas sus partes más oscuras, clamando al Sol que las cubra hasta que retorne otra vez su hora. Saben que un segundo pegado a otro, mientras cada Planeta siga girando sin interrupción, alguien extenderá sus manos y hundirá allí todos sus dedos. El cosquilleo será entonces tan intenso, que en cúmulo, iniciarán presurosas su contundente movimiento de concentración o de dispersión, transmutado.
Entonces, miles y millares de estrellas se desparramarán, se autoproducirán _ruidosamente algunas, más secretamente, otras_ sin embargo, allí siguen sin resistirse a los ciclos naturales: Ofrendas del Universo.
Cada uno de nosotros, puntos concupiscentes del itinerario galáctico, miramos esa vidriera cada 24 horas, y nos convencemos que ella se cierra tras un ventanal de nubes blancas, o de doradas cortinas de rayos solares. Entonces creemos ciegamente que somos nosotros los dueños del Imperio, y construimos otras fortalezas. En tanto, Júpiter arrastra sus lunas cual una coqueta a su collar de perlas sobre un elegante manto negro, como la noche.
Hoy observo respetuosa sus cuerpos luminosos, y me pregunto qué estará planeando el Sol para mañana, sintiendo en mi sinapsis natural la leve cercanía de un momento más para la Ofrenda Final.
Córdoba, Julio-Agosto 2004.