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la escena:
Él dijo que deseaba explorar la estética del amor, y que prefería esperar a conocer cómo era su mirada cuando estuviera desnuda.
Ella se estremeció. Perpleja, deseaba tocar ese rostro nada desnudo que tenía delante de sí, y pegarse a ese cuerpo diferente, maduro y tierno a la vez, que sólo se atrevía en las sombras y que de ese modo, la tomó de la mano y la besó.
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Cuentan que un duende _ uno de ésos que quedaron en la vieja esquina _ dejaba paso en sus oídos a la música que nacía de aquella escena y se dejaba llevar por sus claves hasta los confines del encuentro más profundamente humano, en donde las diferencias no son obstáculos sino desafíos, y en el que la palabra vale por la emoción que transmite…
Pero aunque abría bien grandes sus ojos, no veía eso el duende allí. Más bien veía en esas sombras mucho miedo.
Ella preguntaba _o se preguntaba _ «¿qué es esto?» El quería que le respondiese la misma pregunta, pero el duende seguía con aquella música en sus oídos, y no los pudo escuchar. Hacía notables esfuerzos estéticos para provocar un goce que intuía, ambos estaban deseando: rodeaba con el brazo de él la cintura femenina y posaba ambos pares de ojos en únicas miradas. Sin embargo, por fuera de este trabajoso intento del duende (que tenía la fuerza de su magia) ellos emitían mensajes muy confusos, señales desesperadas de algo que se desea mucho pero que paradójicamente, se evita…
Se dice que el duende pidió refuerzos, llamó a otros duendes y gnomos intentando juntar fuerzas para romper tantos muros. Les decía: «ellos hablan y no se escuchan demasiado. .. dicen que quieren explorarse, y que prefieren esperar. ¿Cuál sería nuestro modo de provocar un encuentro tan deseado y tan temido?»
Los otros duendes no respondieron. Sólo se tomaron de las manos en una ronda infinita de ternura. Invisibles, se metieron en las entrañas de ambos, y por sendas voces aparecían en gritos acallados: «¿Y si me gustara mucho?», o en respuestas como: «es una elección desde el corazón, no desde la cabeza… » Cansados de rodeos los duendes se durmieron dentro de ambos cuerpos y miradas.
Quedaron atrapados en esos muros, ¡tan fatigados por los intentos!
Pero aún están allí, adentro.
Ella no lo creía tan dispuesto a romperse e1 corazón, aunque sí la razón.
Él se preguntaba si esto no sería una locura, preso de las fobias que produce la libertad cuando se está sometido a estructuras tan pesadas… Sin embargo, allí dentro de ellos, en los sueños más fantasiosamente libres que duermen a sus duendes, una canción los mece:
» la realidad baila sola en la mentira…
y en un bolsillo tiene amor y alegría…» [1]
El decía que quería conocer cómo serían sus caricias cuando sus manos no estuvieran frías y conocer cómo sería ella cuando se perdiese… el agobio de creerse y hacer sentir que la vida ya no guarda para él, a esta altura, ningún estallido de deseos.
Ella, por él imaginada en una nebulosa de ideas sin conexión y presa de miedos y prejuicios, no era más que su propio espejo…El1a, en fin, quiso romper algún muro y creyó que eran sólo los propios… No se sintió comprendida, no entendía tampoco aquel concierto de fantasías y deseos que estaba a punto de caer sepultado entre las ruinas de sus muros…
Se despidieron, con el entusiasmo que dan esos contactos. La ilusión de que podrían conservarlo todavía no se había evaporado… Sin embargo, los cimientos de esos muros _ con tantos duendes allí dentro_ empezaron a debilitarse y con ello, a tambalearse estructuras pasadas y pesadas…
¿Quién sabe si esos duendes algún día podrán salir de allí?
Lo cierto es que, según se dice, esos duendes habitaron por igual y a la vez el corazón de él y de ella. Tanto, que hasta sus muertes, se necesitaron para vivir…aún que sea tan sólo entre paréntesis.
…Si al fin y al cabo, la vida es una cadena de fragmentos, puestos entre paréntesis…
[1] Letra de León Gieco- (Cantaautor argentino).