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En la línea del tiempo me busco. Miro atrás. Me acompaña mi sombra.
Gozosa, veo a la mujer que contó treinta seis lunas. Ella aún me nombra y me evoca.
No me inquieta, sin embargo, mi sombra.
No es e1la la que me impide ver nuevas mañanas.
Insistente, me busco en una línea que descubro en espiral dibujada,
y allí donde creo que hubo comienzos, avanzo y no descubro nada.
Pero miro hacia atrás desde el presente,
distingo la nitidez de este punto en que me encuentro
entonces es allí cuando el tiempo se niega a ser línea:
ni comienzos, ni finales. Más bien trazos superpuestos
y mi sombra asoma allí, amasada con viejos elementos:
contradicciones, incertidumbre, miedo, desconfianza…
¡y la fuerza tan pujante del deseo!
Mas, me empuja danzarina a lo que estoy viviendo.
Intento ser otra. Es como estar naciendo.
El momento es trascendente. Un parto complicado y lento.
En la espiral de mi tiempo, sin retorno doy un giro, asomo la cabeza y
detrás de la pregunta «¿soy yo?», que en la conciencia siento,
a ambos lados de mi presente se expanden, victoriosos, espacio y tiempo.
Es como romper el mapa que otros dibujaron para mí. Y que seguí…
Perdida aún en el comienzo de un camino
ha llegado el momento: ser yo misma y hacer lo que deseo.
Claramente esto asoma, no desde una ciega búsqueda en el tiempo,
sino desde raíces interiores y profundas, cual destellos y reflejos.
Algo estructural de mí no podría clonarse: mi presente y yo, la que perdió su sombra. Como la luna, que se pinta con la luz del sol, pero la transforma y la hace propia
Por primera vez mi mirada se desplaza, y no existo por reflejo de los otros.
Hoy me miro. ¡Al fin me veo!
Sensaciones inquietantes ponen vida a mis ojos.
Romper el molde al que me adapté para ser un yo aceptado
cuesta mucho. Mas con igual intensidad ya lo disfruto.
Es la hora del llanto inicial, soplo virtual que me acepta bienvenida
Segura estoy que es hora de decirle «adiós!»
a aque1la sombra danzarina
y con éxtasis, ya sin mapas, inventarme a cada instante un nombre propio.
Ya no hay línea, sólo tiempos…
Por atajos, entre valles o terrenos pedregosos
me alumbran utopías que transmutan mi existencia ante nuevos intentos.
Gozosa, siento e intuyo a la mujer que asoma.
Ella será desde ahora la que me nombra… la que me nombra.
Córdoba, Enero 2004