Creación basada en la lectura de la novela “Examen sin conciencia”, de Ezequiel Martínez Estrada. Se trata de una novela corta, que junto a otras tres, componen el cuerpo de una publicación de ARCA Editorial SRL. (Montevideo, Uruguay), del año 1968. Volumen de la colección Narrativa Latinoamericana, titulado “Cuatro novelas”
EL EXTRAÑO HUECO NEGRO- INFINITO ORIGEN
Abrió los ojos y sintió estar dentro de un gran hueco negro y envolvente.
Tieso, algo perplejo entre sueños, experimentó la sensación de estar y no estar a la vez. Sin embargo, la fuerza de su conciencia pujó hacia la luz insistiéndole no sólo en que abra los ojos, sino también en que despierte…
Con aire triunfante, ella logró desplazarlo por su habitación, un sábado a la mañana, cuando aún el reloj no había sonado. Entonces, una plácida sensación le indicaba haber retornado de un “no lugar” y estar ahora allí, en su cama, acomodando sus agitadas emociones.
Cuando su corazón se permitió latir con naturalidad, dejando de lado la perplejidad, él se levantó y se acercó a la ventana, y ya despierto, descubrió un sol brillante que consigo le regalaba un límpido cielo turquesa.
Salió a la calle y se subió al primer autobús que vio aparecer. Tenía que llegar al hospital, su jefe lo estaría esperando, postrado en una de las pálidas camas de la sala de operaciones. No podía faltar a su palabra: ayer le había prometido que volvería a visitarlo, temprano. De todos modos, la oficina no quedaría desatendida, aunque él la abriría más tarde que lo acostumbrado.
Ingresó al hospital, atravesó largos pasillos, salas repletas de gente esperando. Salió de una y otra ala del edificio repetidas veces, ingresando a otra distinta cada vez. El itinerario, en tanto, le removía aquella oscura emoción que lo desplazaba, ahora física y concretamente, por un “no lugar”.
Y otra vez su conciencia, haciendo presión en él, lo ayudó a llegar donde estaría su jefe, esperándolo con ansiedad.
_ ¿El señor Lancaster?_ preguntó.
_ Pase, lo esperan los médicos detrás de esa puerta._ le respondió una enfermera, desalineada y con gestos entre amables y dulces, con tono algo resignado.
Él pensó que allí tal vez le darían un diagnóstico de su jefe. Sentía incomodidad al recordar la oficina cerrada aún, pero se tranquilizó al advertir que todavía era temprano.
_ ¡Pase, por favor! Detrás del biombo podrá quitarse la ropa y colocarse una bata, luego vuelva. _ así lo recibieron cordiales los cinco médicos y las dos enfermeras.
Ulises, que aún no había visto a su jefe, nunca podrá contar cómo fue que terminó acostado boca abajo en la camilla, con la bata entreabierta en su espalda, sujetado con cinturones a la altura de los tobillos, muslos y hombros rodeando su cuerpo junto a ella.
En la calma tensa de la sala, pasaban uno a uno la decena de estudiantes de medicina respondiendo incomprensibles preguntas de los cinco doctores, que apostaban cuál aprobaría.
Ulises miraba un reloj en la pared, frente a sus ojos, y mientras aumentaba su preocupación por la demora en abrir esa mañana la oficina, se preguntaba dónde estaría su jefe, y pensaba qué explicación le daría para que suene convincente y justifique la demora.
_ ¿El señor Lancaster? _ volvió a preguntar cuando ingresaba a la sala el séptimo estudiante de medicina.
_¡Oh, por cierto! _ exclamó amablemente una de las enfermeras que lo sujetaba _ el señor Lancaster fue dado de alta anoche, y dejó anotado su nombre como voluntario para estos exámenes de cirugía médica. Me pidió expresamente que le diga que lo espera luego en la oficina y que por hoy no se preocupe Ud., porque él abriría…_
Ulises cerró los ojos sintiendo la sangre caliente saliendo de la base de su cuello.
_Quizá no haya sido suficiente la anestesia_ pensó con esfuerzo, antes de desvanecerse, regresando una vez más a un “no lugar”.
Sólo alcanzó a decir un débil “gracias señorita!”, y volvió a estar sin estar, dentro de un gran hueco negro y envolvente, perplejo, aunque ahora sin conciencia pujando en sus ojos.
Córdoba, Abril – Mayo 2005