CARTOGRAFIA DE UNA MEDITACIÓN. (2005) Silvia Gattino

Cuento inspirado en lecturas  de Osho. “Conciencia. La clave para vivir en equilibrio.” Grijalbo(2004)

Publicado en https://drive.google.com/file/d/1z2UKBdsHM2z-D-EEFEG1uXF6uWDFz5dY/view?usp=drive_link

 

“…La existencia se mueve hacia las profundidades y las alturas,

y la mente se mueve hacia delante y hacia atrás.

La mente se mueve horizontalmente; eso es el sueño.

Si puedes moverte verticalmente,

eso es la conciencia.”[1]

 

Me aproximo, extraña, a  una esfera de energía  y magnetismo.

Todas las leyes de la física están puestas en cuestión aquí, porque la atracción y resonancia de los cuerpos en el espacio hacen que mi órbita  se salga de sí misma y enloquezca. Iracunda y vertiginosa, mi centro se desplaza con el gozo trasgresor de la velocidad más allá de la luz. Saldré de la nave, en silencio, sola, con los ojos despiertos, aunque no tenga dónde pisar… me dejo llevar por mi conocimiento de la cartografía terrestre, convencida de que podré juntar las tierras con los cielos, rodeando con mis brazos el Planeta.

De pronto dejo atrás una esfera de luz, y desafiando al infinito con la inocencia de una travesura, la velocidad  de mi órbita juega con mi inconsciente, negro, azul oscuro, hasta la locura.

Entonces el viaje se convierte en brincos chispeantes de materia y cuerpos físicos, de un país a otro, de un trozo a otros del Planeta. Ahora el pie izquierdo aquí, levanto todo mi ser para no poner mi derecho en el Océano Atlántico, y ¡uf!.. fue grande el brinco pero ya estoy aquí, del otro lado.

Me doy cuenta del espacio y de la existencia, y deseo probar si mis extremidades podrían apoyarse en sendas tierras, cada una al lado del Océano como saltando un gran charco. ¡Y estoy justo ahí, donde el agua refleja mis costados claros y oscuros!  Es el espejo que me muestra la vertiente de agua, fuego, tierra y aire del mundo real, milenariamente grabado  en mi memoria celular.

Ahora no quiero girar. Otra fuerza me toma de la base del cuello y me eleva hacia las nubes, emanaciones tibias de las moléculas de agua que se mezclan con el aire fresco, para ser lluvia en algún lugar.

Otra fuerza lleva  mi brazo como si estirara una banda elástica, y allá abajo mi mano acaricia una mata tupida, verde oscura y húmeda: ¡el Amazonas!

Pero sigo aquí parada, de modo que mis dos piernas  se elevan  desde cada continente hacia el cielo, como los dos lados de un triángulo respecto de su base, y mi centro energético más poderoso  se yergue sobre el agua del océano, una vez más… y me miro en el espejo…

Descubro que allá abajo hay algo más, y me pregunto si la altura y la profundidad serán dos polos de propiedades físicas  que se unen en algún punto del diámetro de esta esfera de energía. Decido investigarlo y hundo convencida la otra mano y su brazo hasta el fondo más lejano del océano.

Mi brazo gira, gira, roza comunidades marítimas e ingresa  finalmente a  un espacio inexplorado, oscuro. Muy oscuro. Habitado por desconocidos peces, animales y vegetales marítimos que viven allí desafiando las leyes de las teorías biológicas.

Me doy cuenta entonces que en las profundidades no hay luz, pero hay  algo de vida, al menos hasta un límite que es bastante imprevisible.

Investigo ahora las alturas, y mi otro brazo se desplaza desde la humedad del Amazonas a la de las nubes, sigue más arriba y contemplo no sólo mi base sino todos los continentes, mares, bosques, montañas y ciudades ¡Veo mucho más! ¡contemplo el panorama y lo domino inundándolo de gozo! Me elevo sin límites. Entonces mis dedos palidecen, se congelan, el aire cada vez es más frío y más oscuro, y el silencio lastima. Estoy rodeada de numerosos cuerpos celestes que me inundan de luz, pero no puedo respirar, no solo hace frío sino que la atmósfera enrarece y cambia. Me mata. Nadie habita estas dimensiones, es grande la soledad… soy como una flecha veloz hacia la altura que no se detiene, y su impacto  perfora el espacio, llego más allá, donde no se ve nada… ni siquiera veo a la nave.

Me doy cuenta entonces que en las alturas hay luz, claridad y dominio, también algo de vida, al menos en las primeras capas de atmósfera, límite posible de existencia por la presencia de oxígeno. Luego vuelve la asfixia y la oscuridad del vacío, en un espacio donde todo gravita sin gravedad…
Experimento mi cuerpo, mente y alma  entre la altura y la profundidad. Avanzo y retrocedo desde las luces a las oscuridades, y advierto consternada  que los dedos de mis manos no se tocan. Aunque quiero perforar las profundidades del Planeta con una y sus alturas con la otra, ellas no se tocan en el mismo punto. Ningún diámetro queda trazado por mis brazos en el espacio infinito, y la órbita se hace interminable.
Me siento algo cansada y  he perdido mis mapas. Me propongo retornar a la nave espacial.
Cambio mi posición con ese afán. Bajo los brazos y los encuentro con mis dos pies, aún ubicados cada uno a sendos costados del Atlántico, en una dimensión infinitesimal en la que se interceptan las oscuridades vacías a que conducen las alturas extremas, con las oscuridades apenas vitales de los fondos profundos.
Ingreso a la nave.
Suspendida ahora en su interior, en el espacio, empiezo a vivir la dialéctica entre opuestos. Hago conciente los mapas que aún no he recorrido entre mis alturas y mis profundidades para  próximos viajes en mi cápsula espacial.
Regreso a casa…

 

Córdoba,     18  y 20 de Junio 2005

[1] Osho. “Conciencia. La clave para vivir en equilibrio.” Grijalbo(2004) Pág. 46.

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